Los colores de la discriminación en carne propia. Por Leydys Isabel Anaya
He sentido y he vivido la discriminación desde diferentes tonalidades, por ser mujer, por ser indígena pero al mismo tiempo negra, por ser pobre y diversa, por estar en contra de la burocracia, la corrupción y la exclusión, por no creer en las corrientes políticas tradicionales, ni en la religión que daña, por todo eso y por ser yo misma, he pecado en la cultura que me vio nacer, he conocido los diferentes colores de la discriminación en carne propia. Por todo eso, es difícil hablar de equidad en un mundo pensado y gobernado por hombres, diseñado para las clases sociales normativas aceptadas y apoyadas culturalmente, en un contexto de oportunidades para pocos, con clases sociales predominantes que humillan y maltratan a quienes no hacen parte de sus cerrados núcleos, con creencias de doble moral que les blinda del mundo exterior, entonces me pregunto ¿cómo han logrado salir adelante algunas mujeres de esos grupos menos favorecidos?, y cada vez admiro más la verraquera de esas pocas, que a pesar de ser mujeres con todas las desventajas que eso implica en muchas partes de Colombia, que nacieron con el destino en su contra han logrado visibilizar la existencia de humanas valientes que atrapadas restan desarrollo, pero liberadas aportan toneladas de progreso a la humanidad, y me refiero con libertan a la oportunidad de educarse, de conocer porque es el conocimiento la mejor herramienta de ejercer ciudadanía, es la educación lo que nos hace libres, es lo que puede ponerle fin a la pobreza y la miseria que ha traído consigo tanta exclusión e inequidad entre hombres y mujeres. Son ellas las Heroínas que debemos admirar, son esas las que nos representan a la mayoría, son esas las que merecen las coronas reales, son esas las que con las uñas luchan buscando transformar el mundo día a día, esas que en carne propia sufrieron y sufren las violencias generalizadas de este país, quienes contribuyen con el sudor de su frente y mentes brillantes estrategias en contra de las violencias, la inseguridad y la vulneración de derechos que afectan negativamente nuestros territorios, no es justo que sean las que silencien los fusiles, no es justo que sean las que le den la espalda los medios de comunicación y los gobiernos de turno, las innombrables, las invisibles o las inexistentes.
En este tiempo coyuntural de política y politiquería tomemos un tiempo para reflexionar, leer los planes de gobierno, analizar cómo nos hemos dejado robar las oportunidades de unos pocos, que como hábiles ladrones doblegan y humillan la población, haciéndoles doblar rodillas y extender la mano de mendicidad a los más pobres, hacemos mal también quienes con indiferencia callamos, permitiendo que nuestros pueblos sigan siendo engañados, posibilitando que se siga ensanchando el abanico de discriminación y pobreza en las regiones de Colombia, recordemos que las mujeres en 1957 con el plebiscito adquirieron un derecho que como juguete nuevo han seguido manipulando al antojo de otros, sin posibilidades de dar el verdadero sentido que tiene el ejercicio de ciudadanía con el derecho al voto, complaciendo, obedeciendo y sometiéndose al deseo quienes como títeres les “hacen cumplir con su deber”.
Pensemos en la población campesina, los grupos étnicos, y las clases sociales marginadas, que no acceden a educación de calidad, que golpean sus deseos contra las barreras de acceso para el ejercicio de cualquier derecho, despertemos ante la realidad que Sí podemos transformar, pero necesitamos que te sumes a la voz del pueblo.
Por Leydys Isabel Anaya