Atención psicosocial, clave para la reconciliación
Esta semana adelantamos con mi compañero Alirio Uribe un debate en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes del Congreso, sobre la atención psicosocial a las víctimas directas del conflicto armado colombiano, que son más de ocho millones de personas, cuya responsabilidad directa recae tanto en el Ministerio de Salud como en la Unidad de Atención a Víctimas.
La gran conclusión de este debate es que pese a los avances logrados hasta ahora, el gobierno, o mejor el Estado colombiano y sus instituciones, deben hacer un mayor esfuerzo para sacar adelante una política pública integral de atención psicosocial a las víctimas, sus familias y sus comunidades que permita recomponer el tejido social, reconstruir proyectos de vida individuales y colectivos para avanzar en la reconciliación que demanda el posconflicto.
“El conflicto armado es uno de los escenarios que marca de manera más profunda a los individuos y a las sociedades. La irracionalidad y deshumanización de la guerra expone a las personas y a las comunidades a situaciones límite de violencia que generan en ellos procesos de construcción y ruptura del tejido social, de pérdida del bienestar emocional y destrucción de sus proyectos de vida (…)”. (Valoración de los programas oficiales de atención psicosocial a las víctimas del conflicto armado interno en Colombia. ICTJ- PGN. P. 21).
La nuestra ha sido una guerra casi centenaria que nos han dejado más de ocho millones de víctimas: 7.363.679 de personas desplazadas; 1.047.491, asesinadas; 95.796, víctimas de actos terroristas; 9.054, menores de edad vinculados al conflicto; 14.696, víctimas de delitos contra la libertad e integridad sexuales, entre muchos otros.
Desde octubre de 2013, cuando hicimos también un debate sobre esta problemática, el gobierno, en cabeza del Ministerio de Salud dio un pequeño paso con la puesta en marcha del Programa de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas del Conflicto Armado (PAPSIVI), pero a hoy solo se han atendido a menos de 200 mil personas (198.377), lo que equivale al 2,5% de esta población, sumado a un sinnúmero de problemas en la atención y la efectividad que exige una política de atención psicosocial.
Distintas instancias que hacen seguimiento al PAPSIVI, como la Comisión de Seguimiento y Monitoreo al cumplimiento de la Ley 1448, nos reportan, entre otros, falta de sostenibilidad e integralidad en la atención a las víctimas, ausencia de continuidad en su ejecución, precarios sistemas de información, demoras en la vinculación del personal, ausencia de recurso humano experto e interdisciplinario, carencia de recursos suficientes para garantizar la atención en términos de cobertura, calidad y continuidad; descoordinación interinstitucional entre las entidades del orden nacional y las territoriales encargadas de su prestación, falta de continuidad tanto en los procesos individuales como colectivos y precariedad en algunas regiones.
Preocupa sobremanera que en vez de avanzar en una política pública de atención integral a víctimas y a pesar de la puesta en marcha del PAPSIVI se ha retrocedido en la atención recortando el presupuesto y por ende se ha disminuido el número de personas que se había planteado como meta atender: “En el 2015 hubo un recorte presupuestal del 40%, al pasar de 25 mil millones en 2014 a 15 mil millones en 2015, lo que afectó negativamente la atención. Teniendo en cuenta la reducción de recursos del programa, se prevé que al finalizar la vigencia de la Ley 1448, solo se alcanzaría a cobijar una quinta parte de la población víctima prevista para ser reparada integralmente”. (Segundo Informe Comisión de Seguimiento y Monitoreo al cumplimiento de la Ley 1448 de 2011. Agosto de 2015).
No hay que olvidar, como afirma en muchos de sus textos el psicólogo Ignacio Martí-Baró: la guerra también afecta profundamente el ámbito de nuestras relaciones interpersonales e intergrupales, es tarea del psicólogo, de profesionales de las ciencias sociales pero también de muchos gestores de paz, acompañar la resignificación de dichas relaciones e identificar los recursos que hayan podido aflorar en estas situaciones límite. (…) solo en ese espacio de atención psicosocial, ya sea individual, colectiva, comunitaria se genera la empatía que es nuestra clave para trabajar con el otro.
Hemos vivido de guerra en guerra, guerras que han habitado todos los territorios. Desanclar las subjetividades de la guerra será una tarea monumental. Comprender lo vivido para poder perdonar y reconciliarnos también lo será. Y allí comparto también el pensamiento de Martín-Baró cuando afirma que: “La política de salud mental debe tener una dimensión colectiva, un daño socialmente causado solo puede ser socialmente reparado”. ¡Menuda tarea nos espera en Colombia!