¿Iguales?
En su reciente libro La nueva lucha de clases, el filósofo europeo Slavoj Zizek expresa cómo la globalización actual y el sistema capitalista, en especial, han producido unas condiciones determinantes para todos quienes habitamos el planeta tierra. Planeta en el cual por lo menos mil quinientos millones son ganadores y esperando en la puerta está un número de personas tres veces mayor. Por cada ganador hay tres a la espera, exigiendo ser incluido. Ese interior de ganadores, cuyas fronteras han sido invisibles y hoy prácticamente insalvables, se ha construido sobre los excesos del capitalismo lo cual no solo representa apertura y conquista, sino un mundo encerrado en sí mismo que introduce “una división radical de clases en todo el mundo, separando a los que están protegidos por la esfera de los que quedan por fuera de su cobertura”. Un verdadero apartheid global.
Los flujos de millones de inmigrantes, refugiados, exiliados, los sin tierra nos recuerdan el mundo violento que queda por fuera de esa cúpula. Violencia religiosa, étnica, política, económica y sexual.
Uno de los efectos reales de esta exclusión en el mundo ha sido el aumento de la desigualdad en el mundo. Según datos de un reciente informe de Oxfam “la distancia entre ricos y pobres es más amplia que nunca”. La desigualdad entre países se incrementó entre los años 1980 y 2002, especialmente por el crecimiento económico de países como China. De igual manera la desigualdad al interior de muchos países ha aumentado: 7 de cada 10 personas viven en un país donde la desigualdad entre ricos y pobres es mayor que hace 30 años.
De acuerdo al mismo informe a nivel de riqueza individual, la desigualdad es aún mayor “… en el 2014, las 85 personas más ricas del planeta poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad. Entre 2013 y 2014, estas 85 personas incrementaron su riqueza en 668 millones de dólares diarios”. Después de la crisis financiera el número de multimillonarios se ha duplicado hasta alcanzar la cifra de 1.645 personas.
Esta desigualdad extrema impacta al menos cinco ámbitos de la vida de las personas: se convierte en un obstáculo para reducir la pobreza, la distribución y redistribución de los ingresos repercute directamente en las oportunidades de presente y futuro de las personas; debilita el crecimiento económico de la mayoría, donde hay desigualdad extrema, el crecimiento económico no es duradero, ni estable; la desigualdad económica agrava la desigualdad entre mujeres y hombres, se convierte en un obstáculo para que las mujeres accedan a mayores niveles de formación, formalicen su vida laboral y tengan mayor participación en política; la desigualdad extrema crea una barrera para la inclusión en especial de las mujeres más pobres, los pueblos indígenas y comunidades negras en el mundo y los jóvenes a una educación y salud de excelencia y por último condena a nuevas generaciones a vivir en condiciones no solo de desigualdad sino de pobreza extrema.
Los argumentos tanto económicos como sociológicos a los cuales se ha acudido para explicar que el sistema que ha producido este verdadero apartheid económico, social, cultural y político, el capitalismo actual, tiene la clave para resolverlo se agotan: un capital sin la intervención del Estado ha traído como consecuencia una economía de mercado que concentra la riqueza en unos pocos. Las crisis de los ochenta y noventa en los países de América Latina se resolvieron con un profundo debilitamiento de su ya precaria estructura estatal, desregulación, recortes de gasto público y apertura económica. El resultado: los niveles de desigualdad más altos en términos de ingresos con respecto a las décadas precedentes.
Los tiempos de poner pañitos de agua tibia ante tanta desigualdad se acaban, es el momento de denunciar y erradicar los macabros efectos que produce el capitalismo salvaje que hoy no solo produce desigualdad, pobreza extrema, sino nuevas formas de esclavitud en el mundo entero. El objetivo será construir un mundo donde la pobreza y la desigualdad sean un imposible.