Alejo, mi crack. Por: Jáiber Ladino Guapacha
Para Alejo Espinosa
Los pies alados de los atletas
fatigan el suelo en tormentas de polvo
alrededor de la esfera que pulveriza ídolos.
Implacables, los administradores de justicia,
sentencian los errores, miden los aciertos,
castigan al arrogante que los desafía.
El sol abrasa en los espectadores,
la sed de gloria, el deseo de coronar
a los combatientes que se esfuerzan por vencer.
En ésta lucha, el arrojo de los rivales
no lo registra la sangre de las heridas en el pecho,
sino el sudor que el polvo ardiente evapora.
Son dos fuerzas telúricas que hacen temblar
el oro que esconden las rocas prehistóricas de
Guerrero y Miraflores.
Pero la sagacidad del venado se impone
por encima del choque de los toros:
certero, el aguilucho vence al arquero
haciendo de la portería el nido en que
cuatro relámpagos caen.
Gloria efímera la de mi grado diez
frente a sus hermanos de once,
sepultada en el polvo,
hecha cenizas por el verano,
pero eterna y vigente en este papel
que raya un tímido profesor
para celebrar a su pequeño crack.
Jáiber Ladino Guapacha
31 de julio de 2014, 6:00 p.m. Vía Guerrero-Quinchía.
Nota: Opiniones de nuestros columnistas invitados no pertenecen ni reflejan necesariamente las opiniones de la Representante Ángela Robledo.