Duelos aplazados y suspendidos en el tiempo: el drama de la desaparición forzada
Por: Ángela Robledo
Bogotá, agosto 27 de 2015
En Colombia nos hemos acostumbrado a contar muertos, desplazados, violaciones, genocidios… y tenemos casi siempre el deshonroso primer lugar en aquello que significa pobreza, violencia, inequidad, concentración de la riqueza… pero existe un drama que es como estar muerto en vida: la desaparición forzada.
Cifras indeterminadas, indican que en el país existen 122.155 personas afectadas por la desaparición forzada, incluyendo 13.448 víctimas directas de la guerra, sus padres y hermanos, según el Registro Único de Víctimas (Abril de 2014). De acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica las víctimas directas de la desaparición son unas 22.000 incluidas las víctimas de ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos).
Hoy cuando se conmemora el Día Internacional del Desaparecido, la única certeza es que la impunidad es total. Así lo demuestra el Informe Alterno al Comité sobre desapariciones forzadas de Naciones Unidas, el cual señala que: “(…) en el 80% de los casos no hay investigaciones activas en el estricto sentido sobre los hechos; el 85% de los casos han sido archivados, precluidos o cerrados con resolución inhibitoria y en el 99%, no hay autores enjuiciados y condenados. De este modo, el sistema judicial no ha sido garantista de los derechos de los desaparecidos y sus familiares”. (Fuente: Fundación Nydia Erika Bautista, febrero de 2015).
A pesar de que Colombia aprobó la Convención internacional para la protección de todas las personas contra la desaparición forzada (Ley 1418 de 2010 puesta en marcha en agosto de 2012), el país no ha aceptado la competencia del Comité contra la Desaparición Forzada, lo que implica que en la práctica la ley no se cumple.
Se estima que el 84% de los casos de desapariciones forzadas son a causa del conflicto armado pero su drama se queda en la impunidad, la invisibilidad y la tragedia de cada familia que lo padece.
Sólo esperamos que esta guerra termine, que podamos llamar la atención de las autoridades responsables de combatir la impunidad y unirnos al dolor de aquellos que buscan entre escombros a sus seres queridos. Que podamos como dice bellamente el poema de Miguel Hernández: (…) escarbar la tierra con los dientes, apartar la tierra parte a parte, a dentelladas secas y calientes. (…) minar la tierra hasta encontrarte, y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte…