¡Adiós a las armas, bienvenida la vida!
Después de 53 años de guerra, de ocho millones de víctimas, de más de 260 mil muertes y otros horrores y luego de un proceso de diálogo entre el gobierno colombiano y las Farc, que ha llevado un poco más de seis años, la guerrilla entregó por fin el 60% de su arsenal militar y se espera que en los próximos días, se cumpla la meta del otro 40% para una entrega total de las armas, punto clave en este proceso que nos llena de alegría y nos invita a celebrar uno de los momentos históricos más importantes del último tiempo en Colombia ¡Adiós a las armas y bienvenida la vida!
Este proceso TODO es uno de los hitos más esperados por quienes creemos que no es necesario matarnos entre colombianos para dirimir nuestras diferencias y que, en cambio, la palabra y la política hacen parte del camino más ético para debatir y dirimir el desencuentro. Es bien sabido que la guerra empieza cuando fracasa la política y aquí ha sido una constante la eliminación del otro , por intereses personales, políticos, geoestratégicos, gremiales y empresariales. Y celebramos porque como lo dije en mi pasada columna nos hemos ahorrado, durante el último cese al fuego bilateral, más de 2670 vidas, vidas de jóvenes, de soldados, de policías, de guerrilleros, de civiles, vidas de colombianos y colombianas que no eligieron vivir en medio de la guerra, sino que ella ha sido su única oportunidad.
Hoy celebramos que se entreguen las armas, pero hemos venido celebrando desde la firma del Acuerdo de La Habana porque este proceso de paz ha significado un respiro para millones de personas que viven en la Colombia profunda, abandonadas por el Estado a la suerte impuesta por los violentos y sus armas, sin oportunidades, sin vías, sin escuelas, sin acueductos, sin fuentes de empleo, sin servicios sociales, despojados de la tierra y de todos sus derechos. Puede que a los buitres que alimenta la guerra –muchos de ellos políticos y periodistas- la imagen de los veedores de Naciones Unidas, certificando este proceso como uno de los más exitosos del mundo y confinando las armas en los contenedores, les cause estupor, destilen hiel, pero para muchos, significa una nueva vida y una mejor oportunidad de vivirla. La imagen de la Zona Veredal Transitoria en la Elvira Cauca, de cientos de personas que acudieron a la dejación de las armas, no refleja una opinión como lo expresó Felipe Gonzalez, ex -presidente de España, es un hecho que debería convocarnos como sociedad a la reconciliación y la convivencia.
Este hito de la entrega de armas marca también el inicio del paso de la guerrilla a la vida civil y su compromiso para clausurar la violencia. Aunque a muchos les duela, las Farc están cumpliendo, le corresponde ahora al Estado colombiano en su conjunto cumplir también con el Acuerdo firmado y posibilitar a estos hombres y mujeres un proceso de reincorporación digno que les signifique mayores y mejores oportunidades que aquellas que les conminaron a armarse.
Sin duda la dejación de las armas es nodal en este proceso, pero igual de importante es que en estos momentos alrededor de tres mil milicianos están acreditando su paso a la legalidad , por ello es importante que cerca de 300 ex guerrilleros, incluidas 57 mujeres, iniciaron un ciclo de formación para entrenarse como escoltas que pasaran a ser funcionarios calificados y certificados por la Unidad Nacional de Protección (UNP).
Colombia es hoy un ejemplo para el mundo y las zonas veredales transitorias de normalización, pese a sus múltiples carencias y dificultades, se han convertido no sólo en un gran laboratorio de paz, sino en los lugares en donde ha comenzado a gestarse una nueva sociedad que exige ser incluida en todos los ámbitos posibles.
Tengo en mi memoria la fotografía que obtuve al asomarme a una ventada en la Zona Veredal Camilo Torres en Icononzo (Tolima) de una pequeña e improvisada “sala cuna”, con sus camitas y juguetes para ocho bebés que nacieron en medio de este proceso, me conmoví… Estoy segura que si acudimos a nuestra grandeza y generosidad como sociedad podremos avanzar y creer que una Colombia distinta es posible.