Digo sí al Matrimonio igualitario YA
Hoy quiero reafirmar mi compromiso con el derecho a la diferencia, con el libre desarrollo de la personalidad que por derecho tenemos todos los colombianos y colombianas, como lo consagra la Constitución en su artículo 16. También reafirmo mi compromiso y mi defensa por el principio de la Dignidad Humana (artículo 1), que nos garantiza que el Estado trabajará porque cada un@ de nosotr@s tenga la posibilidad de realizarse como persona, que nos garantizarán los mecanismos para que podamos cumplir ese sueño de construir nuestra vida de acuerdo a la libertad.
Y ello me compromete a trabajar por la lucha del matrimonio igualitario en Colombia, de la familia igualitaria. Eso significa luchar contra el déficit en los derechos de las familias de las relaciones no heterosexuales, porque el movimiento LGBTI tiene derecho a decidir y amar en la diferencia. Como lo establece la sentencia C-577 de 2011:
“(…) [L]a consideración de la pareja integrada por personas del mismo sexo, “puesto que hoy, junto a la pareja heterosexual, existen -y constituyen opciones válidas a la luz del ordenamiento superior- parejas homosexuales”, cuya efectiva existencia supone, como en el caso de la pareja heterosexual, “una relación íntima y particular entre dos personas, fundada en el afecto, de carácter exclusivo y singular y con clara vocación de permanencia”.
Por ende, cuando un Estado, como el nuestro, se dedica a reprimir a sus ciudadanos, a otorgarles sólo las “libertades” políticamente correctas y basadas en creencias religiosas, estamos enviando el mensaje que somos una sociedad polarizada, sesgada, excluyente, que condena la diversidad. Debemos pensar si queremos seguir viviendo en una sociedad medieval o si definitivamente le apostamos a la formación de ciudadanos y ciudadanas libres y tolerantes.
Creamos que podemos convivir con el otro, con la diferencia, con la solidaridad; creamos y luchemos por un Estado justo, que reconoce e incentiva la libertad y crea lazos de confianza sin reproches ni prejuicios.
Démonos la oportunidad de concebir un mundo distinto, mejor. Apostémosle a estas nuevas luchas, que sólo pueden revolucionar nuestra vida cotidiana.
¿A quién se le ocurrió pensar que el amor es “enfermizo”? ¿Quién nos niega la libertad a decidir? Hace años Michel Foucault, en una de sus últimas entrevistas, decía que las limitaciones al amor homosexual eran el miedo que le tenemos como sociedad a quitarle lo más perverso a la relación homosexual y darle formas más parecidas al amor.
Esa es la realidad de nuestro país: la negación al amor de parejas del mismo sexo. Como congresista, tengo el deber de trabajar por la población excluida y su libertad. Esa libertad de amar, soñar, construir, pensar y sentir diferente. Llegó el tiempo de que la sociedad deje de concebir el amor entre homosexuales como una mera acción sexual; se trata, más bien, de la expresión de las emociones y de las pasiones más humanas.
Por eso apoyo el proyecto de ley de matrimonio igualitario. Y seguiré apoyando y trabajando por más iniciativas que garanticen una familia igualitaria, para así erradicar las distintas formas de discriminación contra el movimiento LGBTI.
Aventurémonos al cambio y al reconocimiento del amplio concepto de familia, para reivindicar esa realidad que nos dice que hay miles de formas de pensar la familia. Comprometámonos, además, para que la adopción entre parejas del mismo sexo sea protegida, aceptada y respetada.
Me identifico con los activistas, la comunidad y el movimiento LGBTI, porque nosotras las mujeres también llevamos décadas exigiendo nuestros derechos, llevamos ya muchos años demostrando que somos capaces, iguales, independientes, dignas y trabajadoras.
Y eso mismo hace que la mujer en Colombia se caracterice por ser una reserva ética y moral sobre la vida, el amor, la política, la solidaridad: por ser ¡pacifistas! Y eso conlleva necesariamente a buscar la igualdad entre personas, a apoyar la libertad a la diferencia, esa de la que carecemos tanto y que nos ha acarreado innumerables conflictos desde hace tantos años…
Cuando veo el proceso que ha vivido nuestro país por lograr la inclusión social, desde los activistas del movimiento LGBTI y desde una institución como la Corte Constitucional, me lleno de orgullo y satisfacción por la labor cumplida. Sin embargo, cualquier ley o sentencia que garantice la unión de hecho de personas del mismo sexo no será suficiente. Se requiere que esa realidad que nos transforma como sociedad sea respetada y protegida por el derecho, que el matrimonio sea igualitario y no sólo entre personas con orientación heterosexual. Así como lo ha dicho la Corte : el legislador “[n]o puede expedir normas que consagren un trato diferenciado en cuanto a los derechos y deberes de quienes ostentan la condición de cónyuge o de compañero permanente”
No más ciudadanos de primera y segunda categoría. Hay que darle paso a la igualdad entre los diferentes tipos de parejas y de familias. Debemos dejar de dominar la esfera privada del amor, de poner limitaciones que excluyen otras expresiones del afecto. Así como la Corte nos ha dicho:
“A juicio de la Corte, del núcleo esencial de los derechos a la personalidad y a su libre desarrollo, respectivamente contemplados en los artículos 14 y 16 de la Carta, forma parte la autodeterminación sexual que comprende “el proceso de autónoma asunción y decisión sobre la propia sexualidad”, como opción no sometida a la interferencia o a la dirección del Estado, por tratarse de un campo que no le incumbe, “que no causa daño a terceros” y que está amparado por el respeto y la protección que, de conformidad con el artículo 2º superior, deben asegurar las autoridades a todas las personas residentes en Colombia”.
Invito a tod@s los congresistas y ciudadan@s a que se unan a esta minga que propone una apertura a la palabra matrimonio, ¡como una expresión de amor entre dos personas y no entre orientaciones sexuales!
ANGELA ROBLEDO
Representante a la Cámara