El látigo del Procurador en Bogotá. (Columna – Bogotá)
Se ha vuelto costumbre que el Procurador General haga lo que se le da la gana: desobedece la sentencias de la Corte Constitucional en materia de interrupción voluntaria del embarazo, utiliza el código disciplinario a su antojo, se opone a la Paz, rechaza el matrimonio igualitario y la dosis personal, intenta imponer sus creencias religiosas, demanda a una revista por sacar a una mujer sin ropa y procura silenciar a algunos alcaldes con procesos de revocatoria del mandato.
Se ha vuelto costumbre porque no hay quién lo pare, como escribió recientemente en su columna María Jimena Duzán, al advertir que el Procurador le da látigo a sus adversarios y caramelo a sus copartidarios. A sus rivales los destituye y a buena parte de los otros los absuelve, al mejor estilo de un dictador peruano que promulgaba: “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”.
Esa parece ser la obsesión del Procurador en Bogotá. Primero destituyó al Secretario de Gobierno, Guillermo Asprilla. Luego persiguió a Canal Capital y a Hollman Morris. Enseguida investigó al nuevo secretario Guillermo Jaramillo y simultáneamente busca la manera para sancionar o destituir al Alcalde Gustavo Petro.
Algunos me dirán que eso hace parte del ejercicio de sus funciones. Y es cierto. De hecho, celebro la acción efectiva y oportuna de la justicia, en un país donde la impunidad es pan de cada día. Pero no hay que comer tanto cuento: mientras todo esto ocurre, la mano poderosa del Procurador muestra lentitud para considerar las denuncias hechas por Sergio Fajardo sobre la gobernación de Luis Alfredo Ramos, y decide con rapidez absolver a unos cuantos conservadores, entre los que se encuentran el Senador Gerlein, el exdirector de Estupefacientes Carlos Albornoz y los políticos Ciro Ramírez, Eric Morris, Jairo Merlano y Luis Humberto Gómez Gallo, vinculados al escándalo de la parapolítica.
Por eso la gente reclama igualdad ante la ley, pues no parece que el Procurador aplique el mismo rasero para todos los procesos e investigados. La más reciente prueba de esta cacería de brujas fue el intento de prohibirle a los alcaldes con procesos de revocatoria que defendieran públicamente su mandato, pues estarían participando en política. ¿Habían visto semejante leguleyada? Por supuesto, la amenaza tenía nombre propio: Gustavo Petro.
Pero el Procurador no contaba con los indignados que se están tomando Bogotá con la fuerza de la creatividad y los argumentos. En un ejercicio ciudadano sin precedentes, más de 450 personas presentaron cientos de tutelas exigiendo que la Procuraduría reversara su advertencia. ¡Y lo lograron, por el bien de la libertad de expresión, el derecho a la defensa y la democracia!
Que se tenga el Procurador, porque a las y los indignados no los asusta, ni los reprime, ni los silencia, ni los sanciona, ni los castiga, ni los condena, ni quieren ser invitados a las fiestas de su hija, ni mucho menos a sus homenajes. Ellas y ellos llegaron para quedarse, para manifestarse contra el abuso del poder.
ANGELA ROBLEDO
Representante a la Cámara por Bogotá