Cambiar las balas por palabras

Aunque no les guste a los comerciantes de la guerra, lo primero que debo decir es que me llena de esperanza el hecho de que en este país se esté buscando intercambiar las balas por palabras. Lo asumo con optimismo porque ya son demasiados los muertos y las víctimas inocentes que hemos contado en Colombia.

En segundo lugar, soy consciente que esta discusión hiere algunas susceptibilidades, pues son muchos los temores y rencores que han permanecido a lo largo del conflicto, lo cual nos obliga a asumir un reto innovador que emprendí hace tres años: la pedagogía para la Paz, que fortalezca la confianza de la ciudadanía con los futuros desmovilizados, que a su vez deberán asumir sus propios retos y obligaciones: decir la verdad, garantizar la no repetición y reparar integralmente a las víctimas.

Eso significa que la participación política de la guerrilla deberá estar sujeta al perdón que les corresponde ofrecer, al abandono del secuestro, la violencia sexual, el reclutamiento y el narcotráfico, a la promoción de la reconciliación y los Derechos Humanos. Porque su reintegro a la vida política deberá partir del respeto por la Constitución, con plenas garantías para el ejercicio de la oposición.

Así quedó establecido en el Marco Jurídico para la Paz, cuyo artículo transitorio #67 cito a continuación para evitar cualquier interpretación distinta a la que dice la norma: “Una ley estatutaria regulará cuáles serán los delitos considerados conexos al delito político para efectos de la posibilidad de participar en política. No podrán ser considerados conexos al delito político los delitos que adquieran la connotación de crímenes de lesa humanidad y genocidio cometidos de manera sistemática, y en consecuencia no podrán participar en política ni ser elegidos quienes hayan sido condenados y seleccionados por estos delitos”.

En otras palabras, es apenas obvio que el fin de un conflicto armado suponga la reintegración de la guerrilla a los escenarios de la democracia representativa, pero queda claro que los guerrilleros que cometieron delitos de lesa humanidad no podrán ser elegidos por voto popular, lo cual desmiente el discurso que algunos guerreristas han pretendido invocar para imponer el miedo y la venganza en Colombia, con simples fines electorales.

Pero somos muchos más los ciudadanos y ciudadanas que insistiremos una, cien y mil veces en la Paz con justicia social, y somos más –muchos más- quienes preferimos asumir los costos de la paz, y no los de la guerra. Porque la Paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento; porque los procesos de paz en el mundo han terminado con la apuesta por la profundización de la democracia y las instituciones; porque las mujeres nos demuestran día a día que es posible convertir el dolor en dignidad; porque las cerca de 6 millones de víctimas en este país piden a gritos el fin del conflicto. ¡Ya es hora de escucharlas!

Ángela Robledo

COLUMNA DE OPINIÓN PUBLICADA EN EL TIEMPO

http://www.eltiempo.com/opinion/salon-debate/cambiar-las-balas-por-palabras-ngela-robledo-salon-de-debate-_13254295-4

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