El legado de Ignacio Martín-Baró S.J.
Tuve la alegría de conocer a Ignacio Martín-Baro, cuando en una de sus visitas en 1987 a nuestra facultad de psicología en la Universidad Javeriana, realizó un seminario sobre psicología, acción e ideología.
En él nos propuso ubicarnos en una perspectiva psicosocial, la cual Martín-Baró caracterizó desde dos dimensiones: la realización de un examen crítico a nuestra disciplina, y la exigencia de asumir la beligerancia ética que nace de la indignación ante las injusticias en nuestras sociedades y los horrores de la guerra. Un imperativo asumido, en su caso, desde su condición de científico y sacerdote jesuita.
Con su planteamiento nos increpaba a conocer nuestra historia, a profundizar en las prácticas y en las condiciones económicas, políticas, culturales, psicosociales que producían tanto las realidades vividas como la configuración de las variadas formas de subjetividad de quienes habitaban los territorios de los países latinoamericanos. Su reto era contribuir a la construcción de una psicología que pudiera cuestionar los criterios de verdad universalmente establecidos desde los países desarrollados, los cuales resultaban a su vez en perspectivas hegemónicas para comprender nuestras realidades.
Pero quizá su crítica más radical frente al tipo de impacto social que produce la práctica de la psicología, la hacía en el terreno de la violencia y de la guerra, cuando se refiere a la praxis de los científicos sociales, académicos y profesionales frente a esta problemática. A propósito de esto reiteraba la exigencia de abordar los efectos de la guerra no solo en términos postraumáticos, sino extender su estudio e intervenciones a las “raíces de esos traumas” y por lo tanto, a las causas de la guerra misma en lo que tiene de situación social patológica. La guerra militar, guerra económica, y por último guerra psicológica de la cual se ocupó en extenso Martín-Baró, cuyo objetivo particular será afectar la subjetividad de las personas como complemento a las acciones estrictamente militares, objetivo que se constituye en un poderoso medio para ganar las guerras en el mundo. En este contexto acuñó el concepto de “trauma-psicosocial”, para referirse a aquellas experiencias que afectan a toda una población, no solo en como individuos, sino en su carácter social. Quienes quedan traumatizados nos son solo los individuos, sino las sociedades. Para Martín-Baró “El trauma psicosocial constituye así la cristalización concreta en los individuos de unas relaciones sociales aberrantes y deshumanizadoras, como las que prevalecen en situaciones de guerra civil”. Su propuesta nos invitaba a conocer el dolor, sus secuelas pero también los excepcionales recursos y conocimientos que afloran en el marco de ese dolor, aquello que logran poner en juego las personas aún en las condiciones límite de la vida, sus ejercicios de resistencia y solidaridad, sus condiciones como sujetos de dolor y agentes sociales.
Y sus palabras resonaron… Pues bien, el constante llamado de Martín-Baró fue una de las voces que durante los seis años que estuve como decana de la facultad de psicología de la Universidad Javeriana acompañó mi trabajo y el de un grupo de profesoras y profesores quienes nos anticipamos a incorporar en el currículo de formación de los estudiantes elementos referidos al trabajo de trauma psicosocial y procesos de atención individual y colectivos para reinventar proyectos de vida con las víctimas en medio de la guerra. Nos anticipamos a lo que podría ser vivir una Colombia en la cual al menos se silenciaran los fusiles e iniciáramos la transición hacia la paz positiva, la paz de las transformaciones culturales, sociales, políticas, económicas. Para pensar una forma de ser y habitar el mundo de manera distinta, unas subjetividades des-sujetadas de la guerra.
Cuando llegué al Congreso, en mi equipaje llevaba muchos de los textos y artículos de Ignacio. Cuando se tramitaba la Ley de víctimas y restitución de tierras, de la mano de la Asociación Colombiana de Facultades de Psicología, logramos incorporar un artículo sobre atención psicosocial para como decía Martin-Baró “despatologizar” los efectos la guerra. La guerra es un hecho político y la atención a las víctimas debe incorporar esta dimensión. Dicho concepto logramos quedara también incorporado en la ley de violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado, y en el punto cinco de La Habana, sobre derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y las condiciones de no repetición. El concepto y la práctica de la atención “psicosocial” están incorporados en la Comisión de la verdad y el esclarecimiento; en el trabajo que hará la Unidad de Búsqueda de personas desaparecidas y en el proceso de algunas de las salas del Tribunal de la JEP. El reto ahora, será desarrollarla en cada territorio de Colombia.