Emociones políticas

Emociones políticas

La profesora Martha Nussbaum, una de las filósofas contemporáneas más importantes por sus planteamientos sobre ética, teoría de las capacidades humanas, justicia social y feminismo, entre otros temas, acaba de publicar un libro sobre las emociones, las cuales considera son paisajes del pensamiento dado que no solo impulsan a la acción sino que contienen componentes valorativos que permiten evaluar el impacto de las actuaciones.

Parafraseando a la autora, en el texto denominado Emociones Políticas la filósofa desarrolla la tesis según la cual los principios políticos requieren para su materialización y supervivencia del apoyo de emociones como la simpatía y el amor, que les permitan a las «sociedades decentes» alcanzar sus propósitos logrando que las personas se comprometan con un bien común.

El cultivo de estas emociones permitirá proteger nuestro frágil «yo» de emociones que también están presentes en nuestras sociedades, como el odio, la envidia, el asco o el deseo de avergonzar a otros, emociones que apoyan comportamientos que buscan convertir a las personas en medios para lograr determinados fines, o en prácticas autoritarias para dominar, someter y explotar al otro. El reto para estas «sociedades decentes» será que en su aspiración de lograr justicia, igualdad y libertad, cultive estas emociones positivas, las cuales pueden invitarnos a adelantar acciones colectivas que impriman mayor fuerza a nuestra capacidad de arraigo en la vida. La simpatía (aquello que nos permite participar de la pasión del otro) y el amor («lo que da vida al respeto por la humanidad en general»), son dos emociones que tendrán una dimensión política si logran encontrar las vías para hacer que lo humano pueda inspirar el amor e inhibir el asco, la vergüenza y el odio, emociones que propician profundas divisiones en las sociedades.

Desde su planteamiento, el cual caracteriza como propio de una sociedad liberal, se busca propiciar el compromiso con la igualdad, con el respeto por todas las personas, con la libertad de expresión, de asociación y de conciencia para todas las ciudadanas y ciudadanos, con el cumplimiento de derechos sociales y económicos fundamentales, acudiendo al fomento de las expresiones artísticas y de la educación como dos vías por excelencia para el cultivo de estas dos emociones. En su recorrido por los planteamientos de filósofos como Augusto Comte, Rousseau, Kant, John Stuart Mill, Herder, Rawls, poetas como Tagore y Whitman y compositores como Mozart y Mahler, nos propone claves para que desde el Estado se impulsen estas emociones políticas, sin recurrir a la coacción ni al autoritarismo. La propuesta de la filósofa toma como referencia el más reciente análisis de la dinámica del cultivo de las emociones en dos países en especial: Estados Unidos y la India. Sin embargo, al leer el libro no pude dejar de pensar en las implicaciones que una propuesta como ésta tendría para un país como el nuestro, que se caracteriza por ser una sociedad jerarquizada, fragmentada, desigual, tan lejos de lo que Nussbaum denomina «una sociedad decente». Incluso, podríamos recoger algunas de sus reflexiones y propuestas.

Me imaginaba, por ejemplo, qué podría ocurrir si nuestro sistema educativo tomara como uno de sus ejes la formación de emociones que propicien un encuentro con el otro, la capacidad de sentir con el otro, de crear mediante rituales un ámbito común que nos permita al menos promover la emoción del amor en la dimensión de construir un clima de respeto por la vida de cada colombiano y cada colombiana. Para ello se podrían retomar en las asignaturas de ciencias sociales las investigaciones adelantadas por el Centro de Memoria Histórica, en las cuales es posible escuchar las voces de las víctimas de una máquina de guerra que ha producido más de 7 millones. Materiales que contienen testimonios que son expresión de una historia y de una geografía de dolor y de dignidad.

Historia y geografía encarnada en sus cuerpos, y vivida en cientos de los territorios de la Colombia profunda. Será desde el trabajo escolar con ese bagaje de emociones que colombianas y colombianos hemos experimentado y cultivado por años, por décadas, recurriendo al arte, a la historia vivida, a la experimentación con nuevas emociones donde logremos fortalecer la simpatía como capacidad de participar la pasión con el otro y el amor para propiciar el perdón y la reconciliación.

COLUMNA PARA EL PERIÓDICO LA PATRIA: http://www.lapatria.com/columnas/40/emociones-politicas#sthash.HHQOm3gi.dpuf

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