¡Las víctimas tienen la palabra!
Han sido las víctimas las almas más generosas que han venido a La Habana, esta expresión se la escuché a uno de los negociadores del Proceso de Paz entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc-Ep. Recordemos que viajaron 60 personas quienes habían sufrido en carne propia o sus familiares alguna de las formas de victimización de esta guerra degradada y cruel: secuestro, desplazamiento, violencia sexual, reclutamiento, desaparición, masacres, despojo de tierras. Una guerra sin límites, como lo señala el informe ¡Basta Ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, elaborado por el Centro de Memoria Histórica. Guerra en la que más que enfrentamientos entre los combatientes, la violencia se ha ejercido sobre la población civil, 7 de cada 10 víctimas de la violencia han sido campesinos, indígenas, comunidades afro, mujeres y niños.
A su regreso de La Habana a donde viajó con uno de los grupos de personas víctimas de la guerra, Constanza Turbay Cote, cuya madre y dos hermanos fueron víctimas de las Farc, expresó de manera conmovedora y genuina lo siguiente: “En el encuentro en La Habana con la Mesa de Negociación, verdaderamente vivencié los cimientos de la paz. El diálogo que tuve con Iván Márquez fue el del perdón, el que tuve con Fabián Ramírez fue el de la verdad”; y agregó: “Ojalá algún día haya resultados en la investigación sobre los hechos ocurridos”. Su hermano Rodrigo Turbay Cote, secuestrado por las Farc, murió en cautiverio. Su madre y Diego, su otro hermano quien era representante a la Cámara por el Departamento del Caquetá e integrante de la Comisión de Paz, fueron asesinados cuando viajaban hacia su región.
También resuenan las palabras de José Antequera Guzmán, hijo del líder de la Unión Patriótica José Antequera, asesinado el 3 de marzo de 1989 dentro de lo que se ha conocido como el genocidio de la UP. José, es integrante del movimiento Hijos de la Memoria, intelectual y activista por la paz. Su constante mensaje, el cual expone en foros, talleres, marchas, audiencias podríamos parafrasearlo así: “(…) El legado de mi padre no es suyo, sino el producto de una lucha histórica. Nosotros hemos entendido a nuestros muertos más allá de nosotros mismos como hijos e hijas, en un contexto más amplio. Allí, el valor de quienes han sido asesinados buscando la solución política del conflicto es especialmente relevante, pero su memoria está perdida. El problema es que nos han traicionado tanto la esperanza de paz que la gente ha estado dispuesta a cualquier guerra (…)”.
Dos historias y como las de ellos cientos de historias de personas que han perdonado o están dispuestas a perdonar, si los victimarios , el Estado y la misma sociedad reconocen su responsabilidad, piden perdón y se comprometen a nunca más promover o propiciar este horror que por décadas hemos vivido en Colombia. Desde la superioridad moral de las víctimas que en muchas ocasiones han preferido padecer el dolor que causarlo, está su exigencia de parar esta “máquina de victimización”.
Ante esta enorme polarización que vivimos entre quienes se sienten los más puros y buenos y ven a los otros como malos y asesinos, la salida en muchas ocasiones durante estos años la han planteado muchas de las víctimas y esta tiene una condición, el reconocimiento de una humanidad compartida. Como lo plantea el profesor Iván Orozco “(…) de una posición tajante que diferencia radicalmente a víctimas y victimarios, buenos y malos, no aprendemos nada y tampoco hay progreso moral”, la salida es fundamentalmente política y ética, no jurídica. El derecho, hoy materializado en justicia especial para la paz, ayudará a aminorar los efectos de la guerra, a conocer algo de verdad y a impartir algo de justicia, pero la salida es más radical, detener el espiral de la violencia y eso solo lo podemos hacer con un proyecto común de sociedad que nos permita hacer nuestros duelos, sanar las heridas, vivir en medio de las diferencias, tener condiciones para vivir con dignidad, sin clamar por la guerra. Allí están las voces de las víctimas para recordarnos su superioridad ética y su resolución a perdonar.