La represión del paro agrario nacional que terminó en una gran movilización en el país hizo más evidente otra injusticia en Colombia: la violación de los Derechos Humanos por parte del Escuadrón Móvil Anti Disturbios (ESMAD), que fue creado por un «decreto transitorio» bajo el gobierno de Andrés Pastrana, con el objetivo de modernizar la Policía Nacional y desarrollar una unidad especial de protección al orden público. Pues bien, desde el año 2001, cuando se produjo la primera muerte de un estudiante de medicina en el campus de la Universidad Nacional, ha sido denunciado por organizaciones nacionales e internacionales por atentar impunemente contra la vida y la integridad de colombianos inocentes, en su mayoría jóvenes estudiantes, indígenas, campesinos y periodistas independientes.
No hay duda que el ESMAD hay que desintegrarlo o reformarlo para evitar una tragedia más grave, tras el reporte de cuatro muertos y unos 200 heridos en las manifestaciones más recientes, bajo el profundo silencio del señor Procurador de la Nación, tan diligente para investigar a sus contradictores, pero tan lento para sancionar a sus amigos y a los policías que abusan del poder.
Sin embargo, se ha vuelto costumbre que a los defensores de los Derechos Humanos se nos acuse de promotores de la violencia, cuando lo que exigimos y trabajamos con insistencia es por la paz, el diálogo, la concertación, la justicia, la verdad y la protesta pacífica con creatividad, como nos enseñaron los estudiantes universitarios de la Mesa Amplia Nacional por la Educación -Mane-. Por eso, aclaro que no defiendo a los vándalos quienes lamentablemente se tomaron el paro agrario para destruir los bienes públicos y agredir a los policías, hechos que deberán ser materia de investigación y judicialización contra los responsables de estos delitos, a todas luces reprochables. Esa violencia, solo produce mayor violencia.
Pero pienso que la discusión es otra: la eliminación o la reforma del ESMAD, que con el uso excesivo de la fuerza termina por alimentar el odio y el rencor de la ciudadanía que se resiste en la mayoría de las ocasiones pacíficamente, pidiendo a gritos que las soluciones a sus problemas no se reduzcan a la presencia de las tanquetas militares y de cientos de hombres y mujeres acorazados que se enfrentan a quienes son sus hermanos colombianos. Más aún cuando se trata de los reclamos del movimiento campesino, que ha demostrado la fuerza de la indignación con dignidad, que ha rechazado la violencia y la infiltración de cualquier grupo armado, aunque el ministro de Defensa diga -con cinismo que lo caracteriza- lo contrario.
Algunos me dirán que es una ingenuidad, pero los hombres y mujeres del ESMAD deberían convertirse en promotores de la convivencia, en formadores de ciudadanía responsable. No en vano, su política institucional les define una misión: «la conciliación», que facilitaría espacios para el diálogo y la reconciliación con los manifestantes. Porque ya es hora de una transformación cultural que cambie el uso excesivo de la fuerza policial y militar como garantía para el orden público por la fuerza de los argumentos para la conquista de la paz.
Con ese propósito, en el Partido Verde estamos preparando un debate de control político sobre los abusos y el futuro del ESMAD. Será esta la oportunidad para rendirles un homenaje a personas como Nicolás Neira, a Óscar Salas, a Johnny Velasco, a Cristian Delgado y a todos los jóvenes, mujeres, indígenas, campesinos, policías y periodistas que han sido víctimas de la represión y la violencia. El reto será volvernos a encontrar en las primeras páginas de los periódicos, la foto de los policías abrazados con quienes protestan o campesinos como lo reportaron recientemente algunos medios, quienes hacen una pausa y comparten su alimento con algunos policías.
Creemos que Colombia transita hacia la paz en el proceso de La Habana, desde el Congreso de la República, muchas y muchos de nosotros nos la jugamos porque se avance con buen ritmo, en los seis puntos de la agenda para la finalización del conflicto. Por ello hemos pedido a Santos que transforme esta enorme movilización social en laboratorio para la paz. Y no en otro escenario para la guerra.
COLUMNA PARA EL PERIÓDICO LA PATRIA