Mil veces hay que insistir en la Paz
Celebro el inicio de esta segunda fase del proceso de paz que se desarrollará en la Habana entre el Gobierno y las Farc. Hay que asumir con tranquilidad esta nueva época que vive Colombia sin olvidar el optimismo y al esperanza que genera este tipo de acontecimientos. Me sueño un país sin balas y con ideas que se discuten, se confrontan, se refutan, hasta se gritan, pero nunca se matan. La alternativa militar fracasó; debemos apostarle radicalmente a la salida racional.
Celebro que después de 8 años de militarizar la vida cotidiana, tengamos la posibilidad de reversar esa política perversa. Este es un asunto de las ciudadanas y ciudadanos, que no depende del gobierno de turno.
Aprovecho para insistir en un mandato que ha sido recurrente en “las mesas de trabajo regionales para contribuir al fin del conflicto”. En la región del norte del Caribe, del sur del Caribe, en la zona central del país, en los llanos orientales, en los santanderes y la zona nororiental del país, en la Amazonía, Putumayo y Nariño han clamado de manera vehemente que lo último que puede pasar en este proceso es que se paren de la mesa antes de que exista un acuerdo. Prometámonos que la amenaza de abandonar la mesa no exista. El costo social, emocional y político es muy alto.
Por último quiero insistir en la pertinencia, importancia y riqueza que han tenido estas mesas de trabajo regional. Las víctimas de este conflicto han hablado y han propuesto. Desde las experiencias dolorosas y excluyentes que han tenido, escriben, articulan y dan soluciones concretas, que deben ser escuchadas alrededor de los temas que se discutirán en la Habana.
Señores del Gobierno y de las Farc: existirán relatorías y “habrá un barco cargado de propuestas para la Habana”, como lo aclaró un participante de la mesa en Villavicencio. No escuchar estas voces sería un acto de soberbia y exclusión intolerable.
Hay que insistir una, cien y hasta mil veces en la Paz.