¡Partido Verde: no al unanimismo, sí a la independencia deliberativa!
El ingreso del Partido Verde a la mesa de Unidad Nacional, anunciado por el presidente Santos en su discurso de instalación de la nueva legislatura, sorprendió a los analistas políticos, a los medios de comunicación, a la ciudadanía, pero también sorprendió a personas que, como yo, hacemos parte de su Dirección Nacional. El vocero del Partido ha dicho que este cambio en las relaciones con el Gobierno, de la independencia deliberativa a la colaboración, obedece a dos razones principales: La primera, que el gobierno Santos ha recogido una buena parte de las iniciativas que el Partido, a través de su candidato Antanas Mockus, puso a consideración de los electores en la pasada campaña presidencial; y la segunda, que en política es necesario definirse entre oposición y gobierno, y no tratar de mantener posturas que él considera ambiguas.
Aunque sólidas a primera vista, las razones esgrimidas no resisten un análisis más cuidadoso. Creo además que la decisión adoptada, y que yo no comparto, puede traer consecuencias negativas no solo para el propósito de construir una alternativa política seria, transparente, progresista y comprometida con la protección del medio ambiente; sino que podría dificultar el fortalecimiento de la democracia colombiana. Veamos por qué:
En primer término, porque desde la independencia deliberativa apoyamos las principales iniciativas, tanto Constitucionales como legales, que presentó el Gobierno a consideración del Congreso, e hicimos aportes que enriquecieron no solo las normas aprobadas, sino las políticas públicas que ellas contribuyen a articular: la perspectiva de género en el Plan de Desarrollo y en el presupuesto; la atención psicosocial de las víctimas del conflicto; el tratamiento diferencial para las mujeres en la ley de salud; la priorización del suelo urbanizable para la construcción de vivienda de interés social, entre otros.
Sin hacer parte de la Unidad Nacional, hemos reconocido los esfuerzos del gobierno por corregir el rumbo en materia de relaciones internacionales con los países vecinos; de lucha frontal contra la corrupción en todas sus manifestaciones; de enmiendas a la política minera, agraria y tributaria. Hemos respaldado todos los esfuerzos por fortalecer el respeto de los DD.HH., por acatar la independencia de los poderes públicos, por reparar de manera integral a las víctimas del conflicto armado y por evitar que se produzcan situaciones tan graves en este campo como lo fueron los falsos positivos y las chuzadas del DAS.
La independencia deliberativa nos permitió oponernos al intento de convertir la estabilidad fiscal en cortapisa al pleno ejercicio y garantía de los derechos sociales que la Constitución consagra en favor de todos los colombianos y colombianas. También ha permitido que el Partido Verde apoye al gobierno en sus esfuerzos por devolver la tierra arrebatada a las y los campesinos, pero también que demande que este propósito esté acompañado por un esfuerzo correlativo de crear un modelo más equitativo e incluyente en materia de propiedad y uso de la tierra en Colombia.
Nuestra bancada en el Congreso es pequeña, y no resulta necesaria para garantizar el éxito de los proyectos de interés gubernamental. Tiene sí un prestigio, y un peso político que podría resultar tanto o más valioso desde la independencia deliberativa que desde la Unidad Nacional.
No conviene a la democracia que los partidos políticos terminen desdibujando sus diferencias ideológicas y «arropándose todos con la misma cobija». Preocupa que los medios hablen de la Unidad Nacional como una reedición del Frente Nacional que si bien garantizó gobernabilidad, hizo que los partidos históricos se desdibujaran y cerró el espacio político al surgimiento de otros partidos y movimientos alternativos. El propósito de unidad puede llevar fácilmente al unanimismo. Ya el país vivió un largo período en donde toda forma de pensamiento distinto era tildada como contraria al interés nacional. El unanimismo hace que los gobiernos pierdan el contacto con la realidad. Al despertar, se ven los resultados, como está sucediendo ahora, con la herencia de Uribe.
Y aunque la lógica binaria que limita a dos las alternativas -gobierno u oposición- parece incontrovertible, no resulta compatible con las modernas concepciones sobre la democracia deliberativa dado que amplías discusiones y justificaciones públicas frente a importantes decisiones para un país, le imprimen mayor legitimidad a nuestra democracia en Colombia.
Columna de opinión para el periódico La Patria