Sexualidad, violencia y poder
Durante las últimas semanas, los medios de comunicación de nuestro país se han visto invadidos por cientos de noticias acerca de los asesinatos, torturas, maltratos a mujeres, jóvenes, niñas y niños. Crímenes revestidos de una crueldad sistemática, sin límites. Crímenes de odio perpetrados contra las mujeres por su condición de ser mujer. Violencias de género las han denominado las feministas, que atacan el cuerpo de la mujer como el primer territorio de esta guerra que se libra contra ellas en sus camas, en sus casas, en sus lugares de trabajo y estudio, y que busca someterlas, dominarlas, exterminarlas. Las violencias de género son crímenes del poder, lo señala Rita Segato, antropóloga quien ha investigado las violaciones y lo que se pone en juego cuando un hombre viola a una mujer. En su trabajo con condenados por violación en la penitenciaría de Brasilia trató de comprender qué es lo que está en juego cuando un hombre penetra una mujer con toda la fuerza y sevicia posible. La doctora Segato también ha investigado los feminicidios perpetrados en Ciudad Juárez, México, y fue perita en el juicio que se adelantó en Guatemala, en el que se condenó por primera vez a integrantes de las fuerzas militares por el delito de esclavitud sexual y doméstica contra las mujeres mayas de la etnia Qeqchi. En su libro Las estructuras elementales de la violencia, elabora el concepto de “fatria masculina” y alerta que vivimos en una época donde hay figuras que se sienten dueñas de la vida y de la muerte, época de la “dueñidad” la llama Segato. Los crímenes contra las mujeres son ataques en el cuerpo contra las mujeres y ataques contra la sociedad.
Esta violencia de género está en el centro de la cultura patriarcal la cual se ejerce desde los denominados micromachismos como descalificaciones, insultos, gritos, control social sobre la vida de las mujeres, hasta las más horrendas prácticas de terror y muerte. El propósito sigue siendo esclavizar a las mujeres y pretender reducirlas a una cosa, un objeto, una propiedad más de los hombres. Esclavitud, práctica milenaria que en textos escritos hace cerca de mil ochocientos años de nuestra era, informaban sobre el precio de un ser humano, once monedas de plata, y un texto de la escritora Laura Rojas, Lo mejor sería que le rompieras el cuello, nos recuerda que este intercambio continúa hoy. En su libro cuenta la historia de una joven mexicana que fue vendida por 5.000 dólares en pleno siglo XXI y visibiliza una realidad cotidiana que se da en muchos lugares: la pretensión de esclavizar a las mujeres en el mundo. La práctica de la “dueñidad” como lo denuncia también Rita Segato.
La alternativa no son más leyes punitivistas como proponer la castración química, o los muros de la infamia para llevar a los violadores a la picota pública, la salida es mucho más compleja, por supuesto pasa también por aplicar las leyes, pero en especial, ya lo hemos dicho, se trata de impulsar una profunda transformación cultural ofreciendo más educación de género en las familias, las escuelas, los medios de comunicación, con un abordaje integral frente a las múltiples formas de la violencia machista. Estados Unidos es uno de los países que cuenta con las leyes más punitivas del mundo y es uno de los países donde la incidencia de la violación es mayor en la mujer. Para Segato “… los agresores no están en el campo de lo sexual …en la violación no hay una relación sexual: hay un deseo de control, de apropiación… es indispensable para el hombre ser hombre… demostrar su capacidad de control y secuestro del cuerpo de la mujer” y en ocasiones lo consigue por medios que no son considerados criminales.
Es urgente contar en nuestro país con jueces, fiscales, abogadas y abogados con formación idónea para comprender esta problemática, comprensión que involucra por supuesto estimular la empatía, la capacidad de compartir el dolor y la indignación frente a esta tragedia de las sociedades contemporáneas. En Colombia todo esto está por hacerse, entre tanto cientos de mujeres, jóvenes y niñas son asesinadas por el hecho de ser mujeres.