Una luz de esperanza para un planeta amenazado
El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de la Mujer. Distintas organizaciones, nacionales e internacionales, realizaron eventos para celebrar algunos avances que hemos tenido las mujeres en todos los campos de nuestras sociedades, pero también para recordarnos que aún queda mucho camino por recorrer en el goce efectivo de los derechos por parte de tantas y tantas mujeres en Colombia y en el mundo. Vale recordar que en el planeta la violencia contra las mujeres continúa dejando su impronta, el 70% de ellas han sufrido alguna forma de violencia. Un reciente informe de Naciones Unidas muestra que las mujeres llegamos al siglo XXI, con ingresos menores al 20% en relación con los hombres, a pesar de que en muchos países, como en Colombia, hemos logrado mayores niveles de educación. Seguimos siendo las despojadas de la tierra, la titularidad es un derecho fundamentalmente masculino, y con la excepción notable de algunos países escandinavos, las mujeres tenemos aún muy poca voz en los escenarios políticos formales, por ello nuestros intereses permanecen la mayoría de las veces ‘silenciados’, dada la existencia de un aplastante privilegio masculino en la definición e implementación de las políticas públicas.
Sobre este tema escribí en mi primera columna en el Diario LA PATRIA -de esta mi patria, o tal vez debería decir mi matria chica- en la cual señalaba que una democracia sin la presencia deliberante, activa y fuerte de las mujeres, es una democracia incompleta.
Por nuestra parte, quisimos celebrar este día tan significativo con un Foro en el recinto del Congreso sobre «Mujer, cuidado y Medio Ambiente», cuyo propósito fue hacer un reconocimiento a la contribución de las mujeres al cuidado de la vida en todas sus expresiones y al cuidado del Medio Ambiente que la sustenta. El evento sirvió también para renovar nuestro compromiso de luchar, con todas nuestras fuerzas, en contra del patriarcado, esa suma de instituciones y de prácticas que sustentan las múltiples expresiones de dominio y discriminación en contra de los derechos de la mujer en los campos educativo, laboral, sexual, reproductivo y político. Patriarcado que, al mismo tiempo, ha contribuido a la explotación del medio ambiente, al agotamiento de los recursos naturales en numerosas regiones del mundo, produciendo lo que ha llamado las «guerras climáticas» que hoy cuentan con miles de refugiados que huyen de los campos y ciudades.
Por ello hoy decimos que hay que feminizar el mundo, dando paso a valores como la solidaridad, la cooperación, el cuidado medioambiental, juntando los saberes ancestrales de nuestras mujeres, su capacidad para el cuidado de la vida, con otras formas de conocimiento sobre este nuestro único y común planeta amenazado.
Como lo señala Vandana Shiva, física, filósofa, pacifista y feminista, premio Nobel alternativo, esa posibilidad la encontramos en el ecofeminismo que busca poner la vida en el centro de la organización social, política y económica. Como nos recuerda Shiva, las mujeres ya lo hacen porque a ellas se les ha dejado la tarea del cuidado, del mantenimiento de la vida, porque antes que dominar y explotar la naturaleza, han reconocido la necesidad de preservar sus recursos naturales. El contacto cotidiano de millones de mujeres con el agua, con los arados, con la leña para prender el fuego, las conecta con prácticas que hacen sostenible el planeta, esa cotidianidad donde nuestras relaciones sociales se concretan, se llenan de sentido. El ecofeminismo es la convergencia de la ecología y el feminismo. La ecología nos plantea que no se pueden destruir los fundamentos ecológicos a través de los que sobrevivimos. El feminismo nos convoca a adelantar profundas transformaciones culturales, económicas y sociales que eliminen cualquier forma de dominación y violencia contra los seres humanos y la naturaleza. El ecofeminismo es realmente la filosofía de toda sociedad duradera.
Feminizar el mundo es preservar la vida en todas sus expresiones, en un planeta habitable. La tierra la estamos secando, los mares y los ríos se contaminan, las ciudades se arrasan, necesitamos de la humedad y la capacidad fertilizante de lo femenino para que el planeta vuelva a ser surco para la vida.
Columna de opinión para el periódico La Patria