¿Y si la política fuera para soñar un país mejor y no para intensificar una guerra sucia?
En esta primera vuelta Óscar Iván Zuluaga obtuvo el 29% de la votación, Juan Manuel Santos el 25%. Parecería que ganó el atajo extremo, la expresión máxima del uribismo que representa la ilegalidad, el todo vale, el alias Job entrando a la casa de Nari, la Yidispolítica, el Agro Ingreso Seguro, los falsos positivos, el votico parapolítico que se debe dar en el Congreso mientras no estén presos. Ante estos resultados de la contienda electoral me surgen reflexiones éticas y políticas sobre cómo estamos asumiendo nuestro Zóon politikon y nuestra forma de abordar el mundo desde lo público. Estos dos candidatos y reitero, candidatos, bajo una lógica machista, competitiva y guerrerista asumieron una campaña desde la confrontación y no desde la ética, la paz y la democracia. Me niego a esta actitud y propongo, como lo propuse en la Alianza Verde, un pacto ético y político para la segunda vuelta que evite el todo vale y que fortalezca la inclusión social, la democracia y lo público.
A JJ Rendón y sus candidatos de ahora y de siempre, les digo que la ética no es solo para los filósofos en momentos de descanso, la ética en la política es fundamental y ahí sigo a Kant: «a la auténtica política le es imposible dar un solo paso sin haber rendido antes homenaje a la moral».
La política, mujeres y hombres, es estar juntos los distintos, es construir un sueño colectivo y no una estrategia para derrotar a toda costa al enemigo. Es un criterio de vida que debe guiar los comportamientos para hacer de esta Colombia un país mejor: un país menos desigual, en paz, con educación de calidad en todos los territorios, con salud independientemente de la capacidad de pago. Un país que nos haga ser mejores personas y sentirnos orgullosos de vivir en él. Un país, como lo dice el maestro Julio Carrizosa, donde no se asume la Colombia compleja de manera simplista, dogmática, sectaria.
Necesitamos trascender las recetas a priori sobre una u otra propuesta hecha por asesores y que no interiorizan los líderes, necesitamos entre todos construir sueños colectivos, más humanos, menos egocéntricos y más interesados en el ser que en el hacer, el tener y el producir. Necesitamos una ética del cuidado, una política feminista que universalice las prácticas de las mujeres que no están centradas en la competencia y sí en la solidaridad. Necesitamos, para ponerlo claramente, que la política no sea un tema de mercadeo político y de hackers. Necesitamos que la ética en la política no sea «un vestido que uno se pone en la noche».
Estamos ante un escenario en que «los vivos» son los que ganan y los que cuidan, los coherentes son los que pierden. Ante este sartal de mutuas acusaciones que capturan la atención de los medios, yo me pregunto ¿dónde quedan los problemas fundamentales? ¿dónde queda la desigualdad? ¿la violencia sexual? ¿la inequidad en la educación de nuestra Colombia profunda? ¿la falta de acceso a la salud, la falta de atención psico-social a las víctimas?¿la corrupción que existe frente a la alimentación escolar? ¿Dónde quedan la decena de niños y niñas indígenas que están muriendo semanalmente en Colombia por desnutrición?
Y sí, debo decirlo, esta campaña se caracterizó por la guerra sucia y, sobre todo, por el escepticismo. No existió una ola verde que generara asomos de cultura política pro legalidad y cuidado de la vida, en la que se transpirara, calle a calle, ese entusiasmo político. En esta campaña la ciudadanía fue lo de menos, primó la publicidad, la estrategia y la poca convocatoria. Repito, me niego a una política hecha así, hecha con puro cálculo y que no es abierta, no es espontánea, no es creativa ni innovadora. No es una política que se convierte en una obra de arte.
Termino haciendo dos preguntas ¿Por qué no pensar la política como un hecho pedagógico? Y dados los resultados electorales ¿ante la guerra que representa Zuluaga, no habría que apostarle a la paz en un país que lleva cincuenta años bañándose en sangre?
COLUMNA PARA LA PATRIA